abre, con su increíble sinrazón,
en mi melancólico corazón,
el profundo tajo de tu recuerdo.
Mis ojos embelesados, adictos,
(un suspiro abrasa mi corazón)
en un llanto se ahogan a sí mismos
dejando desnuda mi emoción.
El tiempo es impredecible.
El compás de los latidos apura,
el deseo matiza, y contradice
la voluntad y la presencia.
Mi pecho, aplastado de soledad,
respira y bombea muy lentamente.
¡Maldito tiempo que no has de dejar
mis lágrimas al fin desvanecerse!
...
Este poema lo escribí hace tiempo, pero lo encontré, lo corregí y aquí está.
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